Somos afortunados. La mayor parte de los mortales no tiene oportunidad de estar frente a un rey en su vida y nosotros, durante nuestro recorrido por el país hemos tenido ocasión de encontrarnos no con uno sino con dos reyes.
En el Palacio Real de Savalou, presenciamos una ceremonia en la que juraba en público su cargo uno de los miembros del gobierno del rey Gbaguidi Tossoh XIII, descendiente de Ahossou Soha Gbaguidi I, fundador del reino de Savalou y creador de la dinastía de los Gbaguidi, que significa "líder fuerte".
Lo mismo que sucedió en otros países africanos, cuando Benín
alcanzó en 1960 la independencia de Francia para proclamarse como República de
Dahomey, las antiguas monarquías que reinaban en el país fueron desapareciendo como
forma de gobierno y los reyes tradicionales perdieron buena parte del enorme
protagonismo que hasta entonces habían mantenido. A pesar de ello, el prestigio del que se han hecho merecedores y el indiscutible arraigo que
siempre han tenido entre la población, han propiciado que sigan siendo una referencia fundamental en sus
respectivos territorios y continúen manteniendo en gran medida su enorme
influencia. Tanto es así que las monarquías tradicionales juegan hoy por hoy un
papel determinante en la gobernabilidad del país y de forma especial en la siempre
complicada tarea de conciliar tradición y modernidad.
Aquí los reyes no son de adorno. Aquí, en esta república, la monarquía es emblemática y, aunque carece de poder político alguno, sigue siendo una institución totalmente viva. La labor que en Benín y en el resto de África llevan a cabo los monarcas tradicionales no es testimonial, como puede suceder en Europa. Los reyes son los guardianes de las tradiciones de su reino, continúan teniendo importantes responsabilidades, son consultados por los gobiernos, aconsejan e informan. Los reyes gozan de un gran reconocimiento como líderes sabios por parte de la ciudadanía y como órgano consultivo por parte de los poderes políticos y de las autoridades.
Aquí los reyes no son de adorno. Aquí, en esta república, la monarquía es emblemática y, aunque carece de poder político alguno, sigue siendo una institución totalmente viva. La labor que en Benín y en el resto de África llevan a cabo los monarcas tradicionales no es testimonial, como puede suceder en Europa. Los reyes son los guardianes de las tradiciones de su reino, continúan teniendo importantes responsabilidades, son consultados por los gobiernos, aconsejan e informan. Los reyes gozan de un gran reconocimiento como líderes sabios por parte de la ciudadanía y como órgano consultivo por parte de los poderes políticos y de las autoridades.
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